
No utilizar un argot profesional, pues el cliente puede no entender nada
Ser coherentes en nuestro mensaje; para ello deberemos conocer nuestros procesos de trabajo
Vocalizar correctamente y mantener un tono calmado en la conversación
Controlar al máximo las reacciones emocionales
No evaluar, ni juzgar al interlocutor
Asumir que el cliente tiene un problema al que no sabe dar solución por si mismo.Hemos de entender que al atender a nuestros clientes transmitimos a través de la voz la imagen de toda la empresa; por ello es importante que transmita una actitud positiva.Para poder dar una respuesta adecuada es necesario que nuestro personal esté entrenado en la realización de preguntas y en la escucha lo que exige fundamentalmente:
Saber qué información es la que puede ayudarnos a resolver el problema y en base a ella preguntar
Saber callarse después de una preguntaY estar dispuesto a escuchar requiere:
Controlar las ideas preconcebidas
Recoger sin falsa interpretación lo que nos dice nuestro interlocutor
Prestar atención a las expresiones utilizadas
No adelantar conclusiones
Se darán plazos máximos de atención al cliente y sólo cuando sea imprescindible y tengamos control sobre ello daremos fechas y horas concretas. Una fórmula intermedia adecuada es la de solicitar al cliente horarios disponibles y un número de contacto para confirmar la asistencia.En resumidas cuentas, hemos de recordar siempre que sea cual sea el modo en que se produzca la comunicación entre cliente y empresa lo importante es que el primero sienta que su problema es recogido y que hay un interés por darle solución.El cliente admite bien que nosotros tengamos que seguir procesos de trabajo más o menos estandarizados, pero lo que difícilmente admitirá es la falta de información y la incertidumbre.