Esta nota debería estar escrita a mano. Para ser exactos, con un bolígrafo, puesto que hoy, 10 de junio, hay quien conmemora el Día Mundial de ese popular instrumento de escritura. En esta fecha del año 1941, los hermanos László y György Bíró y su amigo Juan Jorge Meyne presentaron en Argentina la solicitud de patente de una pluma cuya punta era una bola que se auto-entintaba mecánicamente.
En realidad, la primera patente del bolígrafo fue inscrita por los hermanos Bíró el 15 de junio de 1938 en Inglaterra, aunque ellos residían en Hungría, de cuya ocupación nazi huyeron en 1941 para trasladarse a Argentina. Allí crearon una empresa para comercializar su invento bajo la marca Birome (contracción de los apellidos Biro y Meyne), que aún es el nombre genérico con el que se conocen los bolígrafos en aquel país.
El diseño original de los Bíró no fue el primero que aspiraba a materializar una pluma que no fuera necesario recargar con tinta tan a menudo como las estilográficas y que fuera menos propensa a derramarla accidentalmente en el bolsillo de su propietario. Pero sólo hacia finales de la década de los 30 del siglo pasado confluyeron los avances en química y mecánica de precisión necesarios para que el producto funcionase.
Una muestra de la popularidad del bolígrafo es que cuando salió a la venta en los EEUU, la tienda neoyorquina Gimbel’s vendió 10.000 unidades el primer día a razón de 12,5 dólares cada uno (equivalentes a unos 115 euros actuales). Todos los fabricantes de bolígrafos, desde Eversharp hasta Reynolds, utilizan la patente original de Bíró, igual que la francesa Bic, que lleva vendidos más de 100.000 millones de bolígrafos, entre naranja y cristal, ‘dos escrituras a elegir’ como se decía en este anuncio.
El Día Mundial del Bolígrafo no está reconocido por la ONU, y a estas alturas de la digitalización de la sociedad es poco probable que lo sea, pero alguien se ha tomado la molestia de incluirlo en la lista de días mundiales de la Wikipedia. Fuente: El Economista – España